viernes, 26 de agosto de 2011

Sobre el interés que despierta un libro en manos ajenas

Os dejo una entrada del blog de Ignacio Escolar que me ha gustado bastante:

Hoy es posible que dos almas gemelas (pongamos que Agapito y Lucinda) viajen en el metro, frente por frente, y que sean las primeras personas que, en una década, a las 11.13 de la mañana de este viernes 26 de agosto de 2011, estén leyendo ‘La Comunidad Inconfesable’, de Maurice blanchot. Podría ocurrir en la línea 3 del Metro de Madrid. Digamos que entre las estaciones de San Fermín-Orcasur y Palos de la Frontera.

Porque Agapito hubiera aguantado hasta Palos de la Frontera (aunque él habitualmente se baja en Almendrales)…

Habría bastado con que Lucinda no estuviera leyendo ese libro sobre el amor verdadero (esa comunidad inconfesable ante la muerte) en formato EPUB. Y viceversa. Lucinda hubiera bajado precipitadamente en Almendrales en pos de Agapito si éste no se hubiera descargado el libro en un PDF hecho a base de fotocopias guarrindongas.

Dentro de 30 años quizá el uno podría haber acompañado a la otra en ese momento intransferible del morir.

Claro, esto va de muerte: de la muerte de las miradas furtivas a las portadas de los libros de los viajeros de Metro. Y de las fantasías subsiguientes… ¡Cuántas etapas preliminares ahorra en la alcoba de nuestra mente un libro determinado!: es mucho más efectivo que pasarse el día en Meetic.

Reconozcámoslo: Es un magno acontecimiento descubrir en el metro una chica que no lea a Federico Moccia o (¡todavía!) a Dan Brown, como lo es descubrir a un chico que no devore cualquier volumen de fantasía heroica, de técnicas de márketing o… el código de la circulación. Ahora ya da igual: tras la fría espalda del Kindle, el Reader o el cacharro que se desee, no se adivina nada. Y es peligroso: cualquier incauto puede fantasear durante siete paradas, sin saberlo, con una lectora de César Vidal.

Y no miro a nadie.

lunes, 22 de agosto de 2011

Sobre la historia

Tras una escapadilla por Escocia, me ha picado la curiosidad por saber algo más de ese precioso país, así que estoy leyendo un libro que recorre su historia desde el principio de los tiempos; en la introducción vienen un par de párrafos que me gustaron en especial. Dicen así:
Si hay una cosa que aprendemos de la historia, es que nunca aprendemos de la historia, lo que es una auténtica lástima, porque la historia puede decirnos mucho sobre nosotros mismos y sobre aquellos que han estado antes.
La historia me ha enseñado dos cosas. La primera, que nada en este mundo es para siempre, no importa cuánto deseemos lo contrario. "El cambio es una parte inevitable de la vida, que debemos aceptar, no ignorar".
La segunda es, que mientras más cambiamos, más permanecemos igual. Puede que hayamos recorrido un largo camino desde que nuestros ancestros caminaron la tierra (...) pero tenemos básicamente lo mismo bajo la piel, una compleja mezcla de emociones: egoísmo, orgullo, amor, odio.

La historia no es una ciencia exacta, y aquellos que la escriben, inevitablemente traen su propio equipaje. Descubrirás que yo no soy una excepción. Seré claro desde el principio: Soy inglés, del oeste de Cumberland. ¿Así que -te oigo preguntar- es un inglés escribiendo sobre la historia de Escocia? Pero, ¿qué es la nacionalidad si no un accidente del tiempo y del espacio?

Traducido de The ilustrated History of Scotland, Chris Tabraham.