sábado, 19 de noviembre de 2011

Sobre el contagio de la derrota

Por aquellas fechas mi afición a los soldados de plomo me había permitido formar ya un nutrido ejército de combatientes derrotados (requisito único, pero inexcusable para entrar en mi colección): desde un guerrero espartano de Leónidas hasta un desaliñado miliciano de la Columna Durruti. Pocos podían, sin embargo, compararse a aquella figura con el uniforme hecho jirones que observaba cabizbaja, sable en mano, a su caballo agonizante. Sería, quizá, una tara adquirida a fuerza de indagar la vida de quienes mordían el polvo, pero lo cierto es era que cada día me sentía más ajeno a los triunfadores y más próximo a los humillados.

El alquimista impaciente, Lorenzo Silva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario